LA LEYENDA DE LOS CAGONES

Esta leyenda es incluso más increíble que cualquier otra leyenda, lo que es mucho decir. Esto comienza así, me dice don Oliverio:
“Se cuenta desde hace mucho que el pecado de los hombres es la luz de los demonios, que se aprovechan de esta debilidad para hacer de las suyas en el mundo terrenal. Cabe aclarar que lo que hace muchos años se consideraba pecado hoy en día probablemente este de algún modo aceptado. Se dice que cuando una pareja decide dar el gran paso, es decir casarse, los dos deben elegir a sus amigos, una buena amiga por parte de la esposa y un buen amigo por parte del esposo, para que sean testigos de su boda y son los encargados de velar que el matrimonio sea duradero, tradicionalmente se los conoce como compadres. Cuando los amigos aceptan ser los compadres pasan a ser de algún modo familia y por lo tanto cualquier relación íntima de los dos seria pecado.
Cuando los dos deciden ignorar esta simple regla, el acto de la relación íntima crea una entidad maligna que sale a merodear en las noches cuando ellos tienen relaciones sexuales y que los mayores los bautizaron como “los cagones”. Nadie ha podido ver la forma que tiene esta entidad, solo los sonidos que emite cuando sale en la noche; se cuenta que la primera vez que se escucha el ruido es como de dos cerdos peleando, pero repentinamente pasa a escucharse unos ruidos como maullidos de gatos y termina con el horrible canto que hacen los cuervos y con un incesante aleteo que sacude los matorrales.
Algunos van mucho más allá y afirman que para comprobar quienes son los culpables de que dicha entidad aparezca, al momento de escuchar los ruidos que hacen, se debe tomar un carbón o algo que pinte y abalanzarse sobre una de las criaturas para pintarle la frente con el carbón y después en la madrugada ir a visitar a los compadres de los cuales se tiene la sospecha; y si alguno de ellos tiene la frente pintada con el carbón, ese es el culpable.”
Todos nos reímos por lo increíble que suena la historia, pero don Oliverio nos dice que El en persona cuando estaba joven pudo escuchar esos ruidos, y en esos mismos tiempos se oyó el rumor de que unos compadres de la vereda eran los que estaban en pecado.
Fin.