LOS DUENDES DEL RIO

Con el canto de las aves se despertaron, los hermosos y delicados cantos se mezclaban con la luz de los primeros rayos de sol, las hojas de los árboles de eucalipto chocaban entre sí y sus ramas se mecían de un lado a otro empujados por el viento gélido típico del Sur. Dentro de la casa doña María se paseaba por entre los cuartos de sus dos hijos tratando de despertarlos, de uno de los cuartos ubicado hasta el fondo de la casa se pudo oír como el mayor de los hermanos se estaba alistando para ir al campo a laborar la tierra, a pesar de su corta edad ya sabía realizar todas las labores del campo. La rutina de sus labores le había permitido ser muy hábil y competente en tales oficios para ayudar a su mamá, entre lo que tenía que hacer diariamente estaba: sacar las vacas del corral, sembrar y recoger la cosecha. Por su parte su hermana tenía las labores típicas de las mujeres de aquellos tiempos como: preparar la comida, limpiar la casa, tejer y cuando salían al pueblo ayudar a su mamá a mercar.
Aquella mañana doña María y su hija prepararon el desayuno, una aromática de cedrón que salieron a cortar del alar de casa, y unas arepas típicas de la región hechas de harina de trigo y asadas en una callana. Su hijo que nunca ayudaba en la cocina se sentó a un lado del fogón para abrigarse las manos mientras las dos mujeres vigilaban que las arepas no se quemaran, después de comer, las labores pesadas del día comenzaron.
El día estaba triste como se dice comúnmente cuando está nublado y parece que va llover, sacaron las vacas del corral y las amarraron, doña María y su hijo se disponían a realizar sus otras labores, pero empezó a llover fuertemente y tuvieron que ponerse hacer otra cosa dentro de la casa. Las horas pasaron y la lluvia por fin se detuvo, pero ya era un poco tarde así que doña María se puso hacer la cena y envió a sus hijos a meter las vacas.
La finca que doña María heredó de sus padres era un pedazo de tierra en forma de corbata que caía hasta el rio, y era junto al rio donde tenían amarradas las vacas aquella vez, doña María les dijo que tuvieran mucho cuidado de no acercarse al rio porque con la lluvia estaría crecido, haciendo una seña de que habían escuchado la recomendación salieron a toda carrera a ver quién ganaba a llegar.
El camino estaba mojado y resbaloso lo que hacía que la carrera fuera más divertida. Cuando llegaron a donde estaban las vacas escucharon el ruido del rio que arrastraba todo lo que se encontraba a su paso, siguiendo su curiosidad se acercaron al borde y empezaron a jugar hasta que empezó a caer una leve brisa y les toco soltar las vacas y arriarlas hasta la casa para no mojarse, cuando llegaron a la casa ya casi no se miraba, la oscuridad de la noche caía sobre ellos.
Su mamá los regaño por quedarse jugando en el rio, pero nada malo había pasado así que los llamó a comer. Al día siguiente todo parecía normal, realizaron las labores y cuando cayó la tarde sus dos hijos estaban agotados y se quedaron jugando en el patio mientras doña María se dispuso a cocinar. Las risas de los niños se escuchaban en el patio, junto a los ladridos del perro y el cacareo de las gallinas, de repente las voces de sus hijos dejaron de escucharse, doña María pensó que se fueron a jugar a otro lado. Mucho tiempo paso y sus hijos nada que volvían así que se empezó a preocupar porque estaba oscureciendo, salió al patio y los empezó a llamar, pero nada, no se escuchaba ninguna respuesta. Se hizo más oscuro y preocupada por la situación empezó a recorrer la finca en su búsqueda, después de recorrer un poco la finca a lo lejos los pudo distinguir, los niños estaban jugando a la orilla del rio.
Corrió tanto como pudo y desde lejos los empezó a regañar, pero nada, ninguno de los dos le hacía caso, cuando llegó a donde ellos los saludo con un duro golpe en la cabeza, en ese momento fue cuando la niña reacciono y empezó a llorar por el golpe, después de regañarlos se fueron a su casa, ella les pregunto porque habían ido al rio, pero ellos simplemente dijeron que estaban jugando y que les dio ganas de correr hasta allá. Al día siguiente sus hijos ya no quisieron levantarse, dijeron que se sentían cansados, se levantaron tarde y a lo que estaba anocheciendo otra vez desaparecieron. Después de buscarlos una rato doña María los encontró jugando junto al rio.
Pasaron algunos días y doña María debía tenerles mucho cuidado de que no se fueran a jugar al rio, si ella los vigilaba no pasaba nada. Aunque durante esos días algunas cosas raras habían estado pasando, algunas labores de la casa sus hijos las hacían demasiado rápido como si estuvieran recibiendo ayuda. Cierto día puso a sus hijos a quitar la vaina al frijol seco para poder venderlo, eran bastante lo que tenían que hacer y les tomaría horas a los dos hermanos, pero después de varios minutos empezó a escuchar que jugaban en el patio de la casa, enojada salió a regañar a sus hijos, pero cuando llegó todo estaba perfectamente hecho y bien organizado.
El sábado que es el día de mercado en el pueblo, doña María tuvo que salir a comprar algunas cosas, así que decidió dejar a sus hijos esa mañana solos en casa, les dejo encargando que realizaran todas las labores hasta que ella regresara, y salió a toda prisa a esperar los carros escalera que pasaban por la carretera. Cuando llevaba más o menos unos 30 min de espera recordó que había olvidado algo en la casa y le toco devolverse, cuando regreso a la casa no había nadie, todo estaba silencioso, pero todas las tareas que les dejo a sus hijos ya estaban hechas, lavar ropa, barrer, sacar las vacas, etc.
En medio del asombro busco desesperadamente a sus hijos, corrió hacia el rio y ahí los encontró. Su hija estaba completamente cubierta de eses de caballo boca abajo sin signos de vida, mientras su hijo mayor tenía la cabeza dentro del agua y parecía no moverse, rápidamente se acercó y saco a su hijo del agua y lo movió fuertemente hasta que por fin volvió a respirar, corrió hasta donde su hija y la saco del montón de eses y como pudo trató de revivirla, pero ella ya estaba muerta, su cuerpo estaba frio y no había forma de salvarla.
Aquel día doña María llevo a su hijo donde un curandero tradicional que con ritos y yerbas poco a poco fue curando al niño, a pesar de ser curado el niño nunca volvió a ser el mismo. Tenía una mirada perdida y su actitud generaba un poco de temor a los otros niños que vivían cerca. 

Fin.